jueves, 13 de julio de 2017

Cara de burda

Hoy he ido a la piscina del gimnasio.
Había una señora en el jacuzzi
con las gafas de bucear puestas
y los chorros apagados.

Los he encendido y he ido a entrar.
Ella me ha mirado con cara de burda.

Quizás le ha molestado
que encienda los chorros.
Yo he cerrado los ojos
y me he olvidado de ella.

Nos hemos quedado solas
las burbujas y yo
chocándo contra mi piel.

Debería ser pecado no disfrutar de los placeres de la vida,
debería ser una ofensa a dios despreciarlos.
Todos los monjes deberían ir al infierno.

Ya he empezado a ahorrar para cuando llegue el momento
de quitarme las arrugas.

A veces pienso que no será para tanto,
que será bonito envejecer contigo.

Pero si aún así
se me pone cara de burda,
perdóname por dejarte solo o vente comigo,
pero me tomaré una botella de whisky
con una caja de antidepresivos.

sábado, 8 de julio de 2017

Cosas que hacer en un día destructivo

- Imaginar que hablo con un ser querido al que no veo desde hace quinientos años

- Leer historias sobre asesinos en serie

- Llamar a mi madre

- Jugar a videojuegos hasta tener dolor de cabeza

- Comer guarrerías vestida con harapos

- Ver películas asquerosas

- Escribir poesía de mierda

- Echar la culpa de mis desgracias a otros o a circunstancias externas

- Intentar hacer algo de provecho con cara de perro

- Dejar descansar a los músculos de mi cara, que me duelen ya de tanto sonreír

- No exigirme absolutamente nada.

- Eximirme completamente de hacer algo de provecho.


 En definitiva,  disfrutar del placer de ser un fracaso


Flotando en la nada

¿Has sentido alguna vez
que para ti no hay tierra
donde poner los pies?

¿No has encontrado aún
los muebles que encajen
perfectamente en tu cabeza?

¿Oíste esa voz
lejana e insensible
exigiéndote no se qué decisión?

Yo tengo un duende en el pecho
que canta cada vez que esa voz habla
para que yo siga bailando con él
mientras los demás me quieren matar,
matar de aburrimiento.

sábado, 1 de julio de 2017

Capítulo V



Volaban los días y Luna era feliz con sus pequeñas nuevas amigas. Aunque no la dejaban descansar y tenía el cuerpo molido, se pasaban el día jugando y riendo. Pero la orco continuaba visitándoles de vez en cuando. Entonces Luna, que estaba harta de ella, decidió pedirle ayuda a Pompa.
­­                —Tienes que recitar un hechizo disuasorio, escrito por ti misma, mientras agarras un trozo de lana de oveja, que habrás de conseguir sin la ayuda de nadie.
—Entiendo.
Luna sabía que no había una sola oveja en la Comarca de las Promesas Fatales. Vivían en el Noroeste, en las idílicas Laderas de los Hombres Mugrientos, y no podía ausentarse del trabajo para llegar hasta allí. Parecía una tarea imposible de realizar de inmediato, pero era tal la necesidad que tenía de deshacerse de la orco, que se le ocurrió una idea increíble. Invitó a Candyfloss, la mejor amiga de Pompa, a tomar el té y cuando esta se quedó dormida —tras engullir un scone con bien de nata y mermelada— le cortó un mechón de pelo.



 
Entonces, empuñando el falso mechón de lana con el brazo en alto, Luna entonó su hechizo disuasorio en el balcón de su casa, ante la mirada de desprecio de los transeúntes que pasaban por debajo:



Me tienes frita,
Me tienes muy frita.
Y no me gustan las cosas fritas,
Porque no son sanas,
Porque son grasientas y engordan.

Estoy engordando
De las palabras que me trago,
De la rabia que se me acumula en el vientre
Porque continuamente me estás criticando.

Criticas lo que hago mal,
Criticas lo que hago bien,
Criticas, criticas, criticas
Y si no hay para criticar,
Tu creatividad se despierta
Chillando como una gitana enaltecida.

Solo hay un problema entre nosotras:
Tu eres vieja como una pasa,
Yo soy joven y bella
Como la primera flor de primavera.
Y te arden las entrañas
Piensas que estoy obligada
A mostrarte devoción y obediencia
Sólo por eso,
Porque has sucumbido al reloj de la vida
Al que yo también estoy enchufada.

Quizás sea esa tu misión.
La mía es no hacerte caso.
Ahora es mi momento,
Mi oportunidad de hacerlo todo a mi manera.

La orca no volvió a aparecer por allí en unos meses. Pero los problemas nunca desaparecen, pues sin ellos la vida sería muy aburrida. Viendo la buena disposición para el trabajo de Luna, que nunca se quejaba de nada, la madre de los duendes no dudo en encomendarle más y más trabajo.
—Por favor, querida, ¿podrías quedarte hoy siete horitas más? Por favor, querida, ¿podrías venir a trabajar el domingo? Por favor, querida ¿podrías afeitar al gnomo, depilar al hada, teñir al elfo y pasear al unicornio esta tarde? Gracias, querida, ¿qué haría yo sin ti?...
Y por si fuera poco la orco volvió para quedarse en principio una semana, que al final fueron, una tras otra, dejando pasmada a nuestra amiga cada lunes, tres largas e interminables hebdómadas.
Luna, con la espalda rota, cuerpo de abuela y desesperación infinita, pensaba en dejar el oficio y, muy a su pesar, no volver a ver a las duendes nunca jamás. Hasta que una noche, atraído por los aromas de la cena, emergió de entre las sombras un espectro peludo agitando la cola: La Gran Maestra Leona.
—A ver, gilipichi, si a un problema difícil le aplicas una solución fácil, no lo eliminas, lo ocultas y lo pospones. Los hechizos disuasorios y esas supercherías de perras jóvenes no sirven más que para camuflar por un tiempo los obstáculos, que enseguida vuelven a surgir en nuestro camino, recordándonos que tenemos que resolver nuestros propios conflictos y no esperar a que nos los resuelvan los demás, como si acaso fuera su responsabilidad. ¡Espabila!
Y Leona, filete en boca, se fue tan rápido como vino. Entonces, Luna comprendió que tenía que enfrentarse a su patrona. Pero como no se atrevía, urdió un plan.
—Tengo que hablar con usted, Señora. He decidido dejar el trabajo.
—Y puedo preguntarte, ¿cómo te atreves a cometer tal ultraje, infeliz? ¿No habíamos acordado que trabajarías para mí incondicionalmente hasta el día de tu muerte?
—No puedo más, Señora, estoy exhausta. Mi trabajo cada día es más duro.  Cuando le hice esa promesa no sabía lo que me depararía el futuro. Entonces las duendes se echaban la siesta y yo podía tener un descanso, pero ahora que han crecido no me dejan un minuto para respirar. Mis tareas aumentan cada día, pero mi salario siempre es el mismo. Me gustaría tener una jornada más corta, para poder descansar y tener tiempo para mis quehaceres personales.
—No te vayas. Renegociaremos los términos.
—¿En serio?
—No tengo elección. No es fácil encontrar una cuidadora de duendes que sea de su agrado. Mordieron a las demás que entrevisté…
Finalmente, la patrona dispuso que Luna podía entrar media hora antes y salir media hora después, fue eximida de realizar determinadas tareas y su salario fue aumentado cincuenta céntimos la hora.  Además, la señora ordenó a la orco que se abstuviera de sabotear a Luna.

Así, cuando parecía que la vida de Luna y Víctor se había teñido de rosa, un día el susodicho llegó a casa cubierto en sudores.
—Hola maldito, ¿qué pasa?
—¡Hola bendita! He de comunicarte, amada mía, con gran desconsuelo, que nuestra misión en estas tierras ha llegado a su fin. Mi trabajo aquí ha finalizado. Acabo de recibir una misiva del gobierno: no tengo derecho a prestación por desempleo. Si no encuentro faena en tres meses me recomiendan la eutanasia ¡Es gratis! Pero antes de tomar una solución tan drástica, a la par que efectiva, podríamos probar suerte en otros rincones del mundo. Partiremos. Una aventura inédita se abre ante nuestras almas infinitas. Podríamos reemprender nuestra historia en la Nación de las Salchichas. Una nueva casa, un nuevo trabajo, un nuevo idioma ¡Una vida nueva llena de sorpresas y felicidad!
—¡Mecagüen! —dijo Luna.

Y aquí se acaba y vuelve a empezar la historia de nuestra admirable guerrera, que luchó por encontrar su sitio en el mundo, por un trabajo digno, fuera de la esclavitud que engulle a todas las personas honradas. La historia de todos los hombres y mujeres valientes, una historia que nunca, nunca jamás acabará.

3 de Enero

La oscuridad está dentro de tí. Puedes encender todas las luces que quieras, pero sabes que siempre estará ahí aunque nadie la pueda ver.