La Ciudad de los Parásitos
miércoles, 3 de enero de 2018
3 de Enero
La oscuridad está dentro de tí. Puedes encender todas las luces que quieras, pero sabes que siempre estará ahí aunque nadie la pueda ver.
lunes, 18 de diciembre de 2017
Lazos invisibles
Sabías que me iría
te lo dije tantas veces.
Me diste todo lo que te pedí
pero no fue suficiente.
No puedo estar atada para siempre
si no es con lazos invisibles.
Nadie podrá entender
lo que nosotros hemos vivido.
Siempre estaremos solos
en medio del misterio infinito.
te lo dije tantas veces.
Me diste todo lo que te pedí
pero no fue suficiente.
No puedo estar atada para siempre
si no es con lazos invisibles.
Nadie podrá entender
lo que nosotros hemos vivido.
Siempre estaremos solos
en medio del misterio infinito.
domingo, 17 de diciembre de 2017
Partida en dos
Me siento partida en dos.
Una de nosotras está
por ahí
caminando sola
en la noche.
La otra está aquí
sentada entre la gente
sonriéndo.
No sé si juntarlas
si se pelearán
si se abrazarán.
No sé
no sé
no sé
a cuál quiero más.
martes, 19 de septiembre de 2017
Nos sobra tiempo
No necesitas más cosas.
No.
Pero quieres más.
Lo deseas.
Pues cómprate lo que te salga de las narices.
Cómprate ropa, zapatos, teléfonos móviles, whisky, un coche,
un loro y un titi mono…
Cómprate una tostadora nueva y tira la vieja a tomar por
culo si eso te hace feliz.
Cada uno tiene sus vicios.
Todos tenemos que pasarnos la vida trabajando como esclavos.
El dinero que ganas honradamente gástatelo en lo que te dé la gana. Y deja de
seguir a estúpidos moralistas que te digan como tienes que vivir TU vida.
Ser espiritual o ser profundo no significa despreciar las
cosas materiales.
El espíritu es materia y la materia es espíritu.
Nosotros somos como niños caprichosos que esconden sus juguetes
para que no se los quiten sus hermanos.
Acéptate así, tal y como eres.
Tú, que te crees más bueno, más guapo y más listo por buscar
el sentido de la vida, la realización, aprender, crecer, encontrarte a ti mismo…
Bla bla bla
Bla bla bla
Aquí también hay avaricia.
Deseos de grandeza.
Falta de humildad.
No vivas con miedo de que la vida se escape.
No vivas con miedo de que el tiempo se acabe.
La vida puede ser demasiado larga y aburrida diciéndonos
constantemente: “No hagas esto. Esto
está mal”.
Y Bla bla bla
Bla bla bla
Tú, que dices que estás por encima de los deseos materiales
y te crees superior a nosotros: Págate un viaje a la selva amazónica para
encontrarte a ti mismo comiendo ayahuasca y déjanos vivir.
Yo me siento completa cuando disfruto de todo lo que me
ofrece la vida y dejo de comerme la cabeza.
Porque la vida no consiste en buscar la felicidad.
La vida es una mezcla de sensaciones.
Una tormenta eléctrica que nos sorprende en medio del desierto.
La vida es devorar cada momento, dulce o amargo.
Posee tu vida, exprime tu vida, agótala hasta que no quede
nada.
Y cómprate lo que te salga de lo más profundo del coño.
Y al que pretenda aconsejarte cómo tienes que vivir TU vida
escúchalo atentamente.
Para que puedas llevarle la contraria al máximo.
Nos sobra tiempo.
jueves, 13 de julio de 2017
Cara de burda
Hoy he ido a la piscina del gimnasio.
Había una señora en el jacuzzi
con las gafas de bucear puestas
y los chorros apagados.
Los he encendido y he ido a entrar.
Ella me ha mirado con cara de burda.
Quizás le ha molestado
que encienda los chorros.
Yo he cerrado los ojos
y me he olvidado de ella.
Nos hemos quedado solas
las burbujas y yo
chocándo contra mi piel.
Debería ser pecado no disfrutar de los placeres de la vida,
debería ser una ofensa a dios despreciarlos.
Todos los monjes deberían ir al infierno.
Ya he empezado a ahorrar para cuando llegue el momento
de quitarme las arrugas.
A veces pienso que no será para tanto,
que será bonito envejecer contigo.
Pero si aún así
se me pone cara de burda,
perdóname por dejarte solo o vente comigo,
pero me tomaré una botella de whisky
con una caja de antidepresivos.
Había una señora en el jacuzzi
con las gafas de bucear puestas
y los chorros apagados.
Los he encendido y he ido a entrar.
Ella me ha mirado con cara de burda.
Quizás le ha molestado
que encienda los chorros.
Yo he cerrado los ojos
y me he olvidado de ella.
Nos hemos quedado solas
las burbujas y yo
chocándo contra mi piel.
Debería ser pecado no disfrutar de los placeres de la vida,
debería ser una ofensa a dios despreciarlos.
Todos los monjes deberían ir al infierno.
Ya he empezado a ahorrar para cuando llegue el momento
de quitarme las arrugas.
A veces pienso que no será para tanto,
que será bonito envejecer contigo.
Pero si aún así
se me pone cara de burda,
perdóname por dejarte solo o vente comigo,
pero me tomaré una botella de whisky
con una caja de antidepresivos.
sábado, 8 de julio de 2017
Cosas que hacer en un día destructivo
- Imaginar que hablo con un ser querido al que no veo desde hace quinientos años
- Leer historias sobre asesinos en serie
- Jugar a videojuegos hasta tener dolor de cabeza
- Comer guarrerías vestida con harapos
- Ver películas asquerosas
- Escribir poesía de mierda
- Echar la culpa de mis desgracias a otros o a circunstancias externas
- Intentar hacer algo de provecho con cara de perro
- Dejar descansar a los músculos de mi cara, que me duelen ya de tanto sonreír
- No exigirme absolutamente nada.
- Eximirme completamente de hacer algo de provecho.
En definitiva, disfrutar del placer de ser un fracaso
Flotando en la nada
¿Has sentido alguna vez
que para ti no hay tierra
donde poner los pies?
¿No has encontrado aún
los muebles que encajen
perfectamente en tu cabeza?
¿Oíste esa voz
lejana e insensible
exigiéndote no se qué decisión?
Yo tengo un duende en el pecho
que canta cada vez que esa voz habla
para que yo siga bailando con él
mientras los demás me quieren matar,
matar de aburrimiento.
que para ti no hay tierra
donde poner los pies?
¿No has encontrado aún
los muebles que encajen
perfectamente en tu cabeza?
¿Oíste esa voz
lejana e insensible
exigiéndote no se qué decisión?
Yo tengo un duende en el pecho
que canta cada vez que esa voz habla
para que yo siga bailando con él
mientras los demás me quieren matar,
matar de aburrimiento.
sábado, 1 de julio de 2017
Capítulo V
Volaban los días y Luna era feliz con sus
pequeñas nuevas amigas. Aunque no la dejaban descansar y tenía el cuerpo
molido, se pasaban el día jugando y riendo. Pero la orco continuaba visitándoles
de vez en cuando. Entonces Luna, que estaba harta de ella, decidió pedirle
ayuda a Pompa.
—Tienes que recitar un hechizo
disuasorio, escrito por ti misma, mientras agarras un trozo de lana de oveja,
que habrás de conseguir sin la ayuda de nadie.
—Entiendo.
Luna sabía que no había una sola oveja en la Comarca
de las Promesas Fatales. Vivían en el Noroeste, en las idílicas Laderas de los
Hombres Mugrientos, y no podía ausentarse del trabajo para llegar hasta allí. Parecía
una tarea imposible de realizar de inmediato, pero era tal la necesidad que
tenía de deshacerse de la orco, que se le ocurrió una idea increíble. Invitó a
Candyfloss, la mejor amiga de Pompa, a tomar el té y cuando esta se quedó
dormida —tras engullir un scone con
bien de nata y mermelada— le cortó un mechón de pelo.
Entonces,
empuñando el falso mechón de lana con el brazo en alto, Luna entonó su hechizo
disuasorio en el balcón de su casa, ante la mirada de desprecio de los
transeúntes que pasaban por debajo:
Me tienes
frita,
Me tienes
muy frita.
Y no me
gustan las cosas fritas,
Porque no
son sanas,
Porque son
grasientas y engordan.
Estoy
engordando
De las
palabras que me trago,
De la rabia
que se me acumula en el vientre
Porque
continuamente me estás criticando.
Criticas lo
que hago mal,
Criticas lo
que hago bien,
Criticas,
criticas, criticas
Y si no hay
para criticar,
Tu
creatividad se despierta
Chillando
como una gitana enaltecida.
Solo hay un
problema entre nosotras:
Tu eres
vieja como una pasa,
Yo soy joven
y bella
Como la
primera flor de primavera.
Y te arden
las entrañas
Piensas que
estoy obligada
A mostrarte
devoción y obediencia
Sólo por
eso,
Porque has
sucumbido al reloj de la vida
Al que yo
también estoy enchufada.
Quizás sea
esa tu misión.
La mía es no
hacerte caso.
Ahora es mi
momento,
Mi
oportunidad de hacerlo todo a mi manera.
La orca no volvió a aparecer por allí en unos
meses. Pero los problemas nunca desaparecen, pues sin ellos la vida sería muy
aburrida. Viendo la buena disposición para el trabajo de Luna, que nunca se
quejaba de nada, la madre de los duendes no dudo en encomendarle más y más
trabajo.
—Por favor, querida, ¿podrías quedarte hoy
siete horitas más? Por favor, querida, ¿podrías venir a trabajar el domingo?
Por favor, querida ¿podrías afeitar al gnomo, depilar al hada, teñir al elfo y
pasear al unicornio esta tarde? Gracias, querida, ¿qué haría yo sin ti?...
Y por si fuera poco la orco volvió para
quedarse en principio una semana, que al final fueron, una tras otra, dejando
pasmada a nuestra amiga cada lunes, tres largas e interminables hebdómadas.
Luna, con la espalda rota, cuerpo de abuela y
desesperación infinita, pensaba en dejar el oficio y, muy a su pesar, no volver
a ver a las duendes nunca jamás. Hasta que una noche, atraído por los aromas de
la cena, emergió de entre las sombras un espectro peludo agitando la cola: La
Gran Maestra Leona.
—A ver,
gilipichi, si a un problema difícil le aplicas una solución fácil, no lo
eliminas, lo ocultas y lo pospones. Los hechizos disuasorios y esas
supercherías de perras jóvenes no sirven más que para camuflar por un tiempo
los obstáculos, que enseguida vuelven a surgir en nuestro camino, recordándonos
que tenemos que resolver nuestros propios conflictos y no esperar a que nos los
resuelvan los demás, como si acaso fuera su responsabilidad. ¡Espabila!
Y Leona, filete en boca, se fue tan rápido
como vino. Entonces, Luna comprendió que tenía que enfrentarse a su patrona.
Pero como no se atrevía, urdió un plan.
—Tengo que
hablar con usted, Señora. He decidido dejar el trabajo.
—Y puedo
preguntarte, ¿cómo te atreves a cometer tal ultraje, infeliz? ¿No habíamos
acordado que trabajarías para mí incondicionalmente hasta el día de tu muerte?
—No puedo
más, Señora, estoy exhausta. Mi trabajo cada día es más duro. Cuando le hice esa promesa no sabía lo que me
depararía el futuro. Entonces las duendes se echaban la siesta y yo podía tener
un descanso, pero ahora que han crecido no me dejan un minuto para respirar.
Mis tareas aumentan cada día, pero mi salario siempre es el mismo. Me gustaría
tener una jornada más corta, para poder descansar y tener tiempo para mis
quehaceres personales.
—No te
vayas. Renegociaremos los términos.
—¿En serio?
—No tengo
elección. No es fácil encontrar una cuidadora de duendes que sea de su agrado.
Mordieron a las demás que entrevisté…
Finalmente,
la patrona dispuso que Luna podía entrar media hora antes y salir media hora
después, fue eximida de realizar determinadas tareas y su salario fue aumentado
cincuenta céntimos la hora. Además, la
señora ordenó a la orco que se abstuviera de sabotear a Luna.
Así, cuando
parecía que la vida de Luna y Víctor se había teñido de rosa, un día el
susodicho llegó a casa cubierto en sudores.
—Hola maldito, ¿qué pasa?
—¡Hola
bendita! He de comunicarte, amada mía, con gran desconsuelo, que nuestra misión
en estas tierras ha llegado a su fin. Mi trabajo aquí ha finalizado. Acabo de
recibir una misiva del gobierno: no tengo derecho a prestación por desempleo.
Si no encuentro faena en tres meses me recomiendan la eutanasia ¡Es gratis!
Pero antes de tomar una solución tan drástica, a la par que efectiva, podríamos
probar suerte en otros rincones del mundo. Partiremos. Una aventura inédita se
abre ante nuestras almas infinitas. Podríamos reemprender nuestra historia en
la Nación de las Salchichas. Una nueva casa, un nuevo trabajo, un nuevo idioma ¡Una
vida nueva llena de sorpresas y felicidad!
—¡Mecagüen! —dijo
Luna.
Y aquí se
acaba y vuelve a empezar la historia de nuestra admirable guerrera, que luchó
por encontrar su sitio en el mundo, por un trabajo digno, fuera de la
esclavitud que engulle a todas las personas honradas. La historia de todos los
hombres y mujeres valientes, una historia que nunca, nunca jamás acabará.
jueves, 29 de junio de 2017
Capítulo IV
Cuando
llegaron a la Comarca de Las Promesas Fatales, Víctor se acomodó fácilmente,
pero Luna continuaba agobiada por la imposibilidad de encontrar una ocupación
en la que se sintiera realizada. Además, los habitantes de este lugar hablaban
una lengua de fonemas imposibles de pronunciar para los parasitanos, lo cual
debilitaba aún más sus pocas esperanzas. En una de sus crisis, decidió ir a
visitar el templo local y le pidió a la bruja de oficio que la curara.
—Hiya creepy lady,
what are you looking for?
—Jelou llentelman, Ai bul
laik som espirichual jilin.
—Excuse me, what?
—Espirichual jilin.
—Excuse me, what?
Luna señaló
el cartel de la pared.
—Ai buon
dis.
—¡Oh! spiritual
healing! Sure! Follow me, weird lady.
La bruja, de papada prominente, muy vieja,
fea y sonriente, le ofreció un café de color blanquecino que ardía más que los
calderos del infierno y sabía a todo el dolor y sufrimiento del mundo. Tras
rechazarlo, procedieron a la curación. Luna se sentó en una silla y cerró los
ojos. La bruja acercó sus manos donde la espalda de Luna acababa, sin tocar.
Luna sintió como una extraña fuerza recorría todo su cuerpo, dejando cada
centímetro de su cuerpo y de su espíritu en paz, como si nunca hubieran sufrido
o hecho sufrir.
A partir de entonces, Luna empezó a sentir un
gran entusiasmo por las posibilidades que se le abrían en el futuro. Su negra
aura, que antes hacía que los cuervos huyeran despavoridos, se había convertido
en un arco iris bajo el cual las ardillas jugaban a perseguirse entre el calor
de los primeros rayos de la primavera. Salió a la calle con su currículum, orgullosa
de sus enormes fracasos y sus pequeños triunfos inexistentes. Lo repartió por
toda la ciudad, pero sobre todo por aquellos hogares en los que habitaban
gnomos y duendes, pues en la Comarca de las Promesas Fatales había una gran
proliferación de estos seres, que requerían unos cuidados muy especiales. Tuvo cientos
de entrevistas y fue rechazada millones de veces, tanto por su fonética
incomprensible, como por su falta de estudios y experiencia. Pero cada nuevo
fracaso era insignificante para Luna, que seguía su búsqueda con tenacidad.
Hasta que en una de estas entrevistas, una de las pequeñas duendes, que suelen
ser desconfiadas con los desconocidos, quiso sentarse en el regazo de nuestra
protagonista, gesto que fue inmediatamente imitado por su hermana gemela y, a
continuación, por su hermana mayor. Los padres de las duendes interpretaron que
estas habían elegido a Luna como su cuidadora y decidieron contratarla.
Luna
estaba entusiasmada y, aunque trabajaría diez horas y media diarias por
quinientos peniques, estaba impaciente por empezar a trabajar.
Cuando llegó el día, descubrió que le habían
asignado a una orco de la familia para que supervisara su trabajo durante la
primera semana. Esta resultó ser nada amigable, puesto que se esforzaba cada
día en hacer la vida imposible a Luna, saboteando su trabajo, diciéndole que todo
lo hacía de forma incorrecta, dándole órdenes contrarias a las que los padres habían
dispuesto respecto al cuidado de sus criaturas y, por si fuera poco,
asignándole tareas que no le correspondían, de las cuales luego la orco se vanagloriaba
como si las hubiera realizado ella misma.
Pero Luna, que había conectado profundamente con las tres duendecillas y deseaba
este trabajo con toda su alma, no se dejó avasallar por los ataques de la orco
salvaje que, finalmente, tuvo que darle el visto bueno ante los padres.
miércoles, 28 de junio de 2017
Capítulo III
Pasaban los
días y Luna erraba por el mundo rodeada por una espesa aura negra que espantaba
hasta a los cuervos. No sabía cómo poner en práctica los consejos de la Gran
Maestra. A su alrededor sólo veía decadencia, seres que malgastaban su vida en
tareas ignominiosas: vendedores
de gamusinos, falsificadores de currículos, teleoperadores de compañías
telefónicas, etc. Apenas quedaba un alma pura en la Ciudad de los
Parásitos.
—Solo un milagro me salvará —pensaba
Luna—. No tengo fuerzas para esforzarme en nada, ni tengo nada por lo que valga
la pena luchar. Pasar de todo, es lo único que haré, ya nada me importa.
—¡Qué pesada! ¡Todo el día
dramatizando! ¡Qué desdichada soy! ¡Qué cruel es la vida con las personas
humildes! ¡Qué mente perversa urde nuestros destinos y ríe a costa de nuestras
desgracias! ¡Bla bla bla, bla bla bla!¡A pico y pala te ponía yo, para que
tuvieras algo serio de lo que quejarte! ¡Plasta! ¿Me acompañas al mercado? —le
propuso Pompa intentando animarla—. Tengo que comprar melones cantalupos y
mangos.
—Bueno, si
te emperras —respondió Luna apática.
Entonces, el
Universo, que se complace viéndonos gritar y patalear en su montaña rusa
infinita, le dio a las estrellas la orden de ataque para que inyectaran en las
venas de Luna la más poderosa de las drogas que se destila en las bodegas de
los dioses del Olimpo: el Amor. Pero, ¿qué es el Amor? El Amor —del latín amor, -oris— es, como dice la RAE, el
“sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia,
necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”.
Luna, movida
por un impulso sobrenatural, se acercó a ese ser majestuoso y, con una voz que
parecía emerger de una dimensión oculta a los ojos de la malhadada raza de los
mortales, le dijo:
—Hola, ¿qué
haces?
—He
abandonado la tranquilidad y el descanso que me brindan mis aposentos para
descender por la ardua senda que trae al mercado y adquirir distintas viandas
que me proporcionen la energía necesaria para mi sustento, entre ellas puerros,
calabacines y otro vegetales varoniles que gusto de digerir en la cotidianidad
de mi vida de soltero en edad casadera. Y usted, dama de halo grisáceo y
semblante huraño ¿qué desea?
—Molestar. ¿Me
invitas esta tarde a merendar?
—No tengo
por costumbre aceptar este tipo de invitaciones provenientes de individuos de
su clase social, pero su nimbo espectral ha causado en mi cierta sensación de
desasosiego y un genuino interés por descubrir más acerca de su persona y sus
inquietudes, así como las razones y circunstancias que le han llevado a
acercarse a mí en un escenario tan vulgar, habiendo salido hoy de su humilde
morada con la única intención de adquirir frutas redondeadas para apaciguar el
deseo de su acompañante de que usted recibiera en su seno algún rayo furtivo de
sol que coloree la blanca tez que luce su merced después de, según parece,
haber pasado meses encerrada bajo llave durante las horas de luz para salir a
devorar almas en la oscuridad de la noche, amparada por los espectros más
sangrientos de la eternidad...
—¿Sí o no,
pesado? —le cortó, Luna.
—Efectivamente,
bella y rezongona dama.
Luna y
Víctor, que así se llamaba el pedante caballero, vivieron un largo y apasionado
romance. Hacían muy buena pareja, ya que no tenían nada en común: Víctor era un
hombre de largas disertaciones, Luna una mujer de pocas palabras, Víctor
provenía de una familia aparentemente noble, Luna fue amamantada por la Leona hasta que un campesino las
encontró y decidió adoptarlas, Víctor era prudente y sesudo, Luna impulsiva e
inestable, Víctor se reía sigilosamente, las carcajadas de Luna hacían temblar
la tierra profundamente, provocando desprendimientos en los techos del Hades. Se
complementaban perfectamente, como el día y la noche, y del otro tomaban lo que
en sí mismos no tenían. Así, Luna se olvido de sus preocupaciones por un
tiempo, hasta que el Universo se las quiso recordar.
—Amada Luna,
Lunita, luz de mi vida y fuego de mis entrañas, he gastado toda mi fortuna en
complacer tus deseos y ahora ya no me queda nada. En la Ciudad de los Gorrones,
como gustas de llamar a nuestra patria, no queda sitio para el amor insaciable
de dos almas tan puras como las nuestras, debemos partir a conquistar otras
tierras. Vente conmigo, yo te lo ruego. Si osas quedarte, tendremos que darle
sepultura a Cupido, pero que sepas que el vacío de tu corazón te pesará hasta
el día de tu fallecimiento y nunca habrá otro apuesto señor que te proporcione
los cuidados que yo te brindé desde el esperanzador día que te cruzaste en mi
glorioso camino.
—Que sí, que
yo también me quiero pirar de aquí.
En resumen,
aunque Víctor hablara y obrara como un noble hasta donde le permitiera su
bolsillo, en realidad era de clase trabajadora como Luna y tampoco encontraba
un oficio con el que pagar sus antojos. Por ello, cargaron de viandas las
alforjas de sus caballos y partieron en busca de una nueva vida.
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3 de Enero
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Pasaban los días y Luna erraba por el mundo rodeada por una espesa aura negra que espantaba hasta a los cuervos. No sabía cómo poner en...
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