miércoles, 12 de abril de 2017

Capítulo 1

Hace poco, poquísimo tiempo, en un lugar muy, muy cercano —la Ciudad de los Parásitos– vivía una joven plebeya en una choza mugrienta. Cansada de los hábitos de su familia —la violencia, el insulto y el griterío—, que ya se habían enraizado profundamente en su carácter, decidió escapar del nido y volar en busca de un oficio que le permitiera fundar su propio hogar y establecer sus propias leyes.
Luna, que así se llamaba nuestra humilde joven, encontró varias ofertas de trabajo, pero ninguna que le entusiasmara, excepto maquilladora de cadáveres, para ponerle color a la muerte y realzar su belleza. Sin embargo,  para conseguir este puesto necesitaba un diploma que era inalcanzable para ella en ese momento.
Pasó los días chapoteando en océanos de inseguridad, rabia y desconsuelo, planeando atracos y todo tipo de hurtos mayores, maquinando e inventando formas posibles de evadir la vida de vasallaje y sus obligaciones, que siempre comparaba con los infiernos. Hasta que un mal día, Virgilia llamó a su puerta para reclutarla para su negocio, que consistía en vender oxígeno puerta por puerta.
—Cuánto más oxígeno vendas, más dinero ganarás, pero si no te compran nada, sin sueldo perecerás– cantaba la loca de la jefa.
A Luna este trabajo le pareció muy bonito —porque ayudaba a los demás a respirar– pero también aburridísimo. Como no encontraba nada mejor y estaba harta de soportar las desavenencias de sus progenitores, aceptó.
A la mañana siguiente, Luna se enfundó sus mejores galas y, enarbolando la más falsa de sus sonrisas, partió al trabajo. Virgilia le dio pocas pero certeras indicaciones.
—Piensa que las personas actúan como un rebaño de ovejas: donde va una, van todas. En otras palabras, la envidia es el Primer motor inmóvil del universo. Explícales que todos los vecinos respiran ya el oxígeno que provee nuestra empresa y no dudarán en apuntarse. El ser humano es envidioso por naturaleza, es decir, nace siéndolo, no lo aprende. Te lo digo yo que tengo hijos y encima gemelos, de dos años.
  —Sí, señora —respondía Luna, que estaba convencida de que la manera de medrar en todo negocio consistía en dar siempre la razón a sus superiores.
Se pateó toda la ciudad llamando a cada puerta. Pero se sentía tan ridícula en su personaje que jamás pudo vender una bocanada de aire. Los pies le dolían, pero sobre todo, le olían y, por esta razón, enseguida consiguió lo que en el fondo deseaba desde su primer día: el despido. Dilapidó lo poco que ganó en pócimas para apagar el fuego que crepitaba en su mente y sus entrañas, pero lo único que consiguió fue avivarlo. Su perra, la Pomerania Pompa, viéndola tan enloquecida y perturbada, quiso consolarla. 


—La vida fácil es para los mediocres, Luna. El destino asigna los retos y desafíos más arduos a las almas elevadas, porque solo ellas los pueden superar. Acepta estos regalos tan macabros que el universo te ofrece a ti, solamente a ti, porque sabe que eres la única que los puedes valorar.

3 de Enero

La oscuridad está dentro de tí. Puedes encender todas las luces que quieras, pero sabes que siempre estará ahí aunque nadie la pueda ver.